La larga mano desaparece de pronto tras el resplandor verdoso
al otro lado de la habitación, y tu corazón da un vuelco. No puede haber sido
lo que creías.
— ¿Germán, qué hiciste? ¿Qué pasó, que es esa luz? —lo
atropellas en preguntas—Yo…yo solo…no quise…fue…un accidente—logra contestarte—no
quería…
— ¿Pero qué pasó? ¿Usaste el aparato de nuevo? —continúas,
pero el tarda en responder.
—Ss.…sí, pero…yo solo…no quería que esto pasara, Teo, lo…lo
lamento…
—Ven, párate—lo ayudas, sentándolo en la cama y sacándole de
un tirón el teléfono de sus temblorosas manos. El resplandor de gran tamaño
brilla incesante, iluminando toda la habitación, pero parece más estéril que
antes—Ahora decime, tranquilo… ¿qué hiciste?
—Yo…cuando te fuiste…quise ver qué pasaba…y apreté un par de
botones, y…y esa cosa…apareció de la nada y había un bicho raro…era un…uno de
ellos, Teo…
— ¿Un qué, Germán, un qué? Un… ¿un extraterrestre? —preguntas,
temiendo una afirmativa.
—Después de que te fuiste…me quedé enojado y arrojé el…el
aparato al armario y hace un rato lo tomé…y presioné algo sin querer…y como
nada pasaba seguí presionando y…y una luz apareció…—continúa entre tartamudeos—Y
había una de esas…cosas mirándome. Y antes de que yo pudiera hacer nada un
montón de ellos se amontonaron del otro lado de ese…portal, y yo corrí al
teléfono y cuando lo levanté y te llamé, retrocedieron…pero te juro que creí
que me llevarían, Teo, debiste verlos, eran horribles…
— ¿Pero…y qué pasó? ¿Se fueron? ¿Te hicieron algo? —le
preguntas, preocupado.
—Yo estoy bien, si…pero el portal o lo que sea que sea esa
cosa sigue ahí…por eso te llamé, para que me ayudaras, porque sé que no puedo
confiar en nadie más y…
—Germán, pará—le decís, observando toda la habitación. La luz
a un lado del armario brilla cada vez más tenue, pero eso no es lo que llama tu
atención. Pareciera faltar algo fundamental, algo que no puede no estar allí…—pará,
pará… ¿esas cosas se llevaron algo de tu pieza?
—No, ¿por? No cruzaron nunca, solo me vieron, se acercaron un
poco, y luego se fueron, ya ni siquiera puede verse más que la luz…—te contesta
sin preocuparse.
— ¿Y el aparato? —le preguntás. Por más que lo buscás con la
mirada no lo conseguís encontrar.
— ¡¿Qué?! —Grita, poniéndose de pie y dando un paso hacia la
ventana dimensional verdosa— ¡Estaba ahí, Teo, te lo juro! ¡Lo dejé en el
suelo, allí, al lado de…! ¡Oh, por Dios! ¡¡Se lo llevaron!!