Vos y Germán se quedan mirando a Facundo. La idea que meterse
en más problemas para salir de los que estaban en ese momento era algo que
tenían que pensar… ¿valdría la pena hacerlo? ¿En serio no habría otra salida?
Antes de poder decidirse, escuchan golpes en la puerta de la casa de su nuevo
compañero, gritos, amenazas, coches que estacionan, sirenas que aturden y pasos
amontonándose en la entrada. Era ahora o nunca.
— ¡Igual, aunque te digamos que si, ya es tarde, Facundo, ya
están en tu casa! —grita Germán
— ¿Quién dice que es tarde? ¡Aún estamos justo a tiempo para
irnos! Pero tienen que tener en cuenta lo que les dije…hacer esto solo nos
meterá en más problemas pero al menos podremos escapar de los que tenemos ahora
y pensar un mejor plan luego…—Vos y tu amigo se miran. Es obvio que no quieren
que los atrapen ahora y les hagan quien sabe qué, pero… ¿volverse fugitivos de
la ley? ¿Meterse aún en más problemas?
—No sé, Facu…no quiero tener que…—comienza tu amigo, aunque
se interrumpe de inmediato cuando escucha como si desde fuera estuvieran
intentando tirar la puerta abajo y alguien dice: “¡Este es un asunto federal,
así que abran la puerta o la tiraremos abajo! ¡Sabemos que están ahí!”. Y
entonces piensas —Ahora sí. Es el final.
—Cambié de idea, ¡vámonos ya! —dice tu amigo, acercándose más
a Facundo como si él fuera a señalarles una salida secreta por su patio trasero
y apurándolo a leves empujones para que lo haga. Vos hacés lo mismo, pero él en
cambio toma su aparato, presiona una serie de botones y justo cuando escuchan
caer la puerta, éste emite una luz cegadora que los hace desaparecer de ese
lugar, y aparecer en otro.
Al principio les parece no haberse ido demasiado lejos, hasta
que ven montañas en el horizonte, y vegetación ajena a la que estaban acostumbrados
a ver en la llanura pampeana, y se dan cuenta de lo alejados que estaban de sus
casas. ¡Si tan solo sus padres supieran en dónde estaban ahora! En realidad,
pensándolo mejor, si tan solo ustedes supieran dónde estaban…
— ¿Qué es este lugar, Facundo? ¿A dónde nos trajiste? —preguntas,
mientras él se voltea y hace que ustedes dos también lo hagan, quedando de
frente a un extenso terreno desértico, infértil, con cactus y arbustos de
aspecto reseco aquí y allá. Y en el medio de ese paisaje, quizás a unas tres
cuadras de donde ellos estaban parados, había una casa de dos pisos, hecha de
madera y de aspecto acogedor, a pesar de estar en verano.
—Los traje con un amigo…él se contactó conmigo cuando empecé
a publicar sobre mi artefacto y me dijo que aunque él no tenía uno, sabía de su
existencia por el caso de Estados Unidos y desde entonces había estado
investigando sobre el asunto y aparentemente sabía una o dos cosas más que yo
también debía ser. Y ahora que ustedes también están en esto…supongo que si hay
más por saber, todos debemos saberlo.