(Viene de la página 26)
Vos, Germán y Facundo se ocultan mejor detrás de un arbusto
en las cercanías de la casa y esperan a que lleguen los oficiales, quienes no
se tardan demasiado. Inmóviles, ustedes se comienzan a preocupar. Evidentemente
ellos ya sabían de antemano que un meteorito iba a caer allí, puesto que de los
coches comienzan a salir científicos de guardapolvo y astrónomos que colocan
inmediatamente telescopios en el medio del pavimento y cortan la ruta con
señalamientos. Se habían detenido lo suficientemente lejos como para que los
habitantes de la casa no sospecharan nada, pero aún así, ustedes sí los habían visto
y sabían lo que tramaban y lo que iban a hacer con la inocente familia que
descubriría en breve “El Artefacto Foráneo”. Aún sin saber qué hacer, los tres
se los quedan mirando un momento y pueden escuchar a un oficial decir:
— ¿Está seguro que aquí será, Doc? Yo no veo nada—comenta,
mirando a las numerosas estrellas
—Completamente, señor, y ya debería verse en el cielo. Si mis
cálculos no fallan, faltan exactamente quince minutos para que el objeto toque
tierra, y estoy convencido de lo que le dije: no se trata de un meteorito común
y corriente, ni de algo casual y normal que ocurre cada tanto. Todo me indica
que éste artefacto ha sido enviado…intencionalmente.
—No comience de nuevo con esas patrañas, Doctor, los dos
sabemos que no hay nada allí afuera que quiera atacarnos. Y si fuera así, ¿por
qué habrían de hacerlo?
—No lo sé, señor, no le puedo decir que no me extraña, pero
aún así…todo apunta a ello y minuto que pasa, más me convenzo. Ya veremos
cuando aterrice qué es lo que sucederá, pero por lo pronto, no me arriesgaría a
apostar que será algo corriente…
Germán entonces los hace voltear a vos y a Facundo, tan
atentos a su espionaje, y los pone de frente a él, permitiéndote ver lo
asustado que está. Hay oficiales armados ya preparando sus armas allí, a
escasos metros, por lo que crees que no hay otra forma en la que él podría
estar.
— ¿Qué vamos a hacer, chicos? ¡Yo pensé que cuando ellos
llegaran nosotros ya íbamos a estar a salvo en nuestras casas! —reprocha entre
susurros.
—Nosotros también, Germán, ¿pero qué querés que hagamos?
Ahora vamos a tener que pensar en un plan B, y más nos vale que sea rápido—le
contestas
—Yo tengo una idea, pero va a ser más arriesgada de lo que me
gustaría—dice Facundo. Él vigila una vez más que no haya moros en la costa y
les ordena que lo sigan. Guiándolos fuera de los arbustos y de vuelta hacia la casa,
sin que nadie los vea, los tres trepan la cerca y se meten en el patio, ocultos
en la oscuridad de la cada vez más madura noche.
— ¿Qué hacemos, Facu? ¿A dónde nos llevas? —preguntas tú, a
lo que él contesta:
—Adentro, ¿a dónde más? —y se voltea para seguir su camino
como si no hubiese dicho nada raro