18 dic 2014

PÁGINA 28


—Siéntense a la mesa y dejen los aparatos allí, y por nada del mundo toquen nada—dice veloz, mientras tapa cada hendija por la que pudiera entrar luz desde el exterior, haciendo del bello apartamento una cueva. Antes de que todas las luces quedaran apagadas, vos alcanzas a ver lo que en otro momento hubiese sido un elegante living, ahora todo amontonado frente a la puerta de entrada como obstáculos que tienen que sortear para ir hacia el comedor. Allí está la mesa que les mencionó Luciano y por encima de ella, justo en el medio, un aparato extremadamente raro. Vos no le prestas atención a nada más en el departamento por dos razones: primero, ni bien se acercan a la mesa el periodista termina de cerrar todas las ventanas y tapar con sábanas y muebles todos los recovecos por dónde podría entrar luz, por lo que ya no es posible ver nada más en el departamento; y segundo porque esa extraña máquina es tan grande y misteriosa que toda tu atención y la de tus amigos se centra en ella. Es casi tan alta como todo el departamento, y emite un débil sonido como el de una computadora encendida, aparte de un brillo tenue y azulado, pero vos nunca viste algo como eso en toda tu vida. Parece un cilindro metálico de tres metros y medio con un montón de circuitos a la vista, algunos botones, pantallitas LED y ventiladores funcionando a toda velocidad, vibrando y haciendo que la mesa lo haga también. Ustedes tres se sientan alrededor de la máquina, pero no tienen ni tiempo ni intenciones de tocar nada antes de que Luciano siga hablando de forma nerviosa y alterada, aunque entre susurros, lo cual hace que ustedes se comiencen a sentir así de intranquilos también.

—No toquen nada, no hablen demasiado fuerte y tampoco se muevan más de lo necesario. Pueden tener cámaras infrarrojas, micrófonos, de lo que se les ocurra, pero si tenemos suerte esta máquina los mantendrá alejados por el tiempo suficiente—termina, para sentarse junto a ustedes y frente al vibrante aparato. —Bien, vinieron con la persona correcta, chicos. Yo los ayudaré a sembrar la semilla de la duda en la gente y a procurar que todos aquellos que quieran buscar más información terminen visitando tu blog, Facundo. Lo primero que tenemos que…

— ¿Cómo, “mi blog”? Después de todo esto y que los federales llegasen a mi casa y entraran por la fuerza y nos estén persiguiendo, ¿cómo puede seguir en la web? Ya me bajaron unos cuantos estando a kilómetros de distancia, si tenían mi computadora allí a un paso en mi propia casa seguro que el último ya no existe tampoco—razona él entre susurros.

—Bueno, Montacna me advirtió por mensaje que si ustedes querrían que esto se supiera, necesitaríamos el apoyo de la web, las redes sociales, sitios en donde la gente pudiera conseguir información cuando nos contraataquen y nos silencien momentáneamente. Es evidente que si hay algo de lo que podemos estar seguros es que al diario en donde publiquemos la noticia lo van a censurar y hacer desaparecer inmediatamente, pero una vez que la noticia esté fuera y la gente confíe en ella por haber sido publicada por un periódico tan importante como el que usaremos para publicarla, querrán saber más, mucho más si se enteran que el diario ya no existe. La gente se dará cuenta de que si el gobierno toma represalias contra los medios es porque la información no debe saberse, y eso los hará querer saber más. Por eso es que hicimos que tu blog siga en la web.


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