—Siéntense a la mesa y dejen los aparatos allí, y por nada
del mundo toquen nada—dice veloz, mientras tapa cada hendija por la que pudiera
entrar luz desde el exterior, haciendo del bello apartamento una cueva. Antes
de que todas las luces quedaran apagadas, vos alcanzas a ver lo que en otro
momento hubiese sido un elegante living, ahora todo amontonado frente a la
puerta de entrada como obstáculos que tienen que sortear para ir hacia el
comedor. Allí está la mesa que les mencionó Luciano y por encima de ella, justo
en el medio, un aparato extremadamente raro. Vos no le prestas atención a nada
más en el departamento por dos razones: primero, ni bien se acercan a la mesa el
periodista termina de cerrar todas las ventanas y tapar con sábanas y muebles
todos los recovecos por dónde podría entrar luz, por lo que ya no es posible
ver nada más en el departamento; y segundo porque esa extraña máquina es tan
grande y misteriosa que toda tu atención y la de tus amigos se centra en ella.
Es casi tan alta como todo el departamento, y emite un débil sonido como el de
una computadora encendida, aparte de un brillo tenue y azulado, pero vos nunca
viste algo como eso en toda tu vida. Parece un cilindro metálico de tres metros
y medio con un montón de circuitos a la vista, algunos botones, pantallitas LED
y ventiladores funcionando a toda velocidad, vibrando y haciendo que la mesa lo
haga también. Ustedes tres se sientan alrededor de la máquina, pero no tienen
ni tiempo ni intenciones de tocar nada antes de que Luciano siga hablando de
forma nerviosa y alterada, aunque entre susurros, lo cual hace que ustedes se
comiencen a sentir así de intranquilos también.
—No toquen nada, no hablen demasiado fuerte y tampoco se
muevan más de lo necesario. Pueden tener cámaras infrarrojas, micrófonos, de lo
que se les ocurra, pero si tenemos suerte esta máquina los mantendrá alejados
por el tiempo suficiente—termina, para sentarse junto a ustedes y frente al
vibrante aparato. —Bien, vinieron con la persona correcta, chicos. Yo los
ayudaré a sembrar la semilla de la duda en la gente y a procurar que todos
aquellos que quieran buscar más información terminen visitando tu blog,
Facundo. Lo primero que tenemos que…
— ¿Cómo, “mi blog”? Después de todo esto y que los federales
llegasen a mi casa y entraran por la fuerza y nos estén persiguiendo, ¿cómo
puede seguir en la web? Ya me bajaron unos cuantos estando a kilómetros de
distancia, si tenían mi computadora allí a un paso en mi propia casa seguro que
el último ya no existe tampoco—razona él entre susurros.
—Bueno, Montacna me advirtió por mensaje que si ustedes
querrían que esto se supiera, necesitaríamos el apoyo de la web, las redes
sociales, sitios en donde la gente pudiera conseguir información cuando nos
contraataquen y nos silencien momentáneamente. Es evidente que si hay algo de
lo que podemos estar seguros es que al diario en donde publiquemos la noticia
lo van a censurar y hacer desaparecer inmediatamente, pero una vez que la
noticia esté fuera y la gente confíe en ella por haber sido publicada por un
periódico tan importante como el que usaremos para publicarla, querrán saber
más, mucho más si se enteran que el diario ya no existe. La gente se dará cuenta
de que si el gobierno toma represalias contra los medios es porque la
información no debe saberse, y eso los hará querer saber más. Por eso es que
hicimos que tu blog siga en la web.