18 dic 2014

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No tenés idea de qué se trata todo eso, y te sobresaltas ante las repentinas amenazas, pero sabes que debes hacer algo, decirles que ustedes no son esos extraterrestres ni están ahí con malas intenciones, o confías en que algo malo podría llegar a pasar. Presionas un botón cualquiera y comienzas a hablar, esperando que el mensaje les llegue de alguna manera.

— ¡Por favor, no nos ataquen, no somos esas cosas, somos humanos! —improvisas. —Vinimos por un portal que se abrió en la habitación de mi amigo, en la Tierra…él está herido, y necesita ayuda.

Te quedas esperando una respuesta que tarda en llegar, y comienzas a dudar de que te hayan escuchado. Ves a Germán a unos pasos tuyos y notas que pareciera estar pálido y un poco ido. Cuando comenzabas a buscar otras opciones, a desesperar, se escucha un sonido y una compuerta se abre detrás tuyo, del otro lado de la habitación. De alguna manera, se las arreglaron para acercarse hasta la nave y desembarcar en la de ustedes, y ahora están allí. Por el umbral de la entrada se asoma un hombre de bigote negro prominente y un traje distintivo de color azul y blanco, seguido por un par de oficiales de mala cara. El capitán al verte exclama asombrado:

— ¡Vaya que si era verdad! ¡Míralos nada más, dos humanos en una nave de Kózkoros! ¿Pero qué ha sucedido aquí? —pregunta, a lo que en tus palabras, resumiendo y hablando rápido para terminar pronto con la historia y poder pedirles que ayuden a tu amigo, les contás todo, desde el aparato en el meteorito hasta dispararles a los extraterrestres en defensa propia, a lo que él dice:

—Bueno, en ese caso, supongo que tendrán que venir con nosotros…no podremos dejarlos aquí. Vamos, sígueme, muchacho—te pide, pasándote una mano detrás del hombro. Luego se dirige a sus oficiales y les ordena: —Ustedes, traigan el aparato de los chicos y ayuden al pobre chico a venir a la nave, debemos llevarlo a enfermería, ¡deprisa!

Cinco minutos después, tu amigo tiene una venda en su brazo y un aspecto mucho mejor. Están ustedes dos, el Capitán y una doctora que supiste se apellida Gerbert, en una enfermería donde el suelo, las paredes y el techo, todo brilla en color blanco. Hay aquí y allá ventanillas circulares que dejan ver afuera la infinita noche estrellada, y vos no podés sentirte más ajeno a todo.

—Bueno, supongo que deben tener muchas preguntas, ¿verdad? —comienza el Capitán Jefferson.

—Si…primero que nada… ¿qué tan lejos estamos de la Tierra? ¿Podremos…podremos volver?

—A decir verdad, estamos bastante lejos, pero podremos volver. Quédense tranquilos que los dejaremos en sus casas muy pronto—le contesta a tu amigo— ¿Pero qué más quieren saber?

— ¿Por qué esos extraterrestres dejaron esos aparatos en la Tierra? ¿Qué querían hacer?

—Bueno, muchachos…ustedes han tenido mucha suerte esta noche…


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