20 nov 2013

PÁGINA 41


— ¿Cómo que adentro, Facu? ¿Estás loco? —le preguntas.

—No, por supuesto que no, pero tengo un plan. Si nos mantenemos ocultos aquí cerca, seremos los primeros en ver dónde exactamente va a caer el meteorito. Una vez que caiga, podremos correr hacia él y tomar el aparato y darnos a la fuga, y activarlo mientras corremos, no debería llevarnos demasiado. Pero ser los primeros en llegar a él será el problema y el tiempo no está de nuestro lado. Por eso creo que si entramos y pedimos la ayuda de la familia allí dentro, tendríamos más chances de detener a los…

— ¿Ayuda a ellos? ¿Y pensás que nos la van a dar así como así? ¡Ya no te lo pregunto, te lo afirmo: estás loco, definitivamente! —le grita Germán, y a vos se te ocurre una idea. De pronto, antes de que te la dejen decir, escuchan gritos que los precipitan, los silencian, y los dejan escuchando atentamente lo que decía el científico en la calle.

— ¿Cómo que va aumentando de velocidad? ¿Sólo así de repente? —Le preguntaba el oficial.

—Es como si de pronto no solo cayera por la gravedad sino que algo más lo impulsara, lo empujara a más velocidad. ¡Caerá a tierra en diez segundos! —Exclama el de guardapolvo, mirando por su telescopio y sacando cálculos en una carpeta. Ustedes, desde el patio de la casa, miran por la ventana y ven que aún no estaban cenando, que la señora de la casa estaba terminando de poner la comida en una bandeja, mientras los hijos comenzaban a bajar las escaleras, según se escuchaba. Eso solo quería decir una cosa: la historia estaba cambiando. No iba a llegar cuando la familia estuviera cenando, sino antes. ¿Sería eso lo único que cambiaría? Era de suponer que no. Los oficiales comenzaron una revuelta, levantando los telescopios, comenzando a correr hacia la casa cuando el líder dio la orden inmediata terminada la exclamación del científico, pero era tarde. De haber caído cuando debía, hubiesen tenido tiempo de delimitar un perímetro, calcular exactamente el lugar de llegada, pero ahora la ventaja la tenían ustedes. El tiempo había llegado. Los segundos corren de prisa, pero tu gran idea va a funcionar. Te colocas en posición, ves desde tu lugar a la familia salir de la casa cuando las luces se van, ves el meteorito acercarse veloz, a los oficiales apuntar sus armas hacia los dueños de la casa, a otros acercándose junto al científico a la trampa, y te preparas. El estallido en la tierra, el meteorito abriéndose en dos, dejando ver el Artefacto Foráneo, y entonces lo policías y el doctor se ponen medio escépticos a acercarse a él, pero Germán ya tiene su remera protegiendo sus manos del calor de la roca, sacando el aparato mientras Facundo lo cubre, manos extendidas hacia los policías que se acercan sorprendidos, gritando: “¡Alto, deténganse allí, arriba las mano!”. Es difícil decir lo que está haciendo tu amigo desde tu lugar, aunque vos lo sabés bien. Ahí entras vos en acción.

— ¡Oigan, ustedes! —decís, saliendo de un arbusto y asustando a todos. Los policías se te acercan, armas en mano, repitiéndote sus órdenes, y lo mismo hacen con los chicos otra vez, pero es tarde. Germán ya accionó el artefacto. Una luz blanca se está extiendo sobre él y Facundo…


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