(Viene
de la página 50)
Se quedan dubitativos solo un segundo más, hasta
que tomas del brazo a Germán y, tomando a la vez la delantera, decides cruzar
el arroyo a nado.
—Vamos, por
acá— le decís, y aunque él no está muy
convencido en un principio, sigue tus pasos. Tomas una rama larga para
comprobar efectivamente tu hipótesis de que el pequeño río no es peligrosamente
profundo, y sin más tiempo que perder hundes los pies en la helada agua, alzas
el artefacto para que no se moje y comienzas a cruzar. El frío te invade y se
apodera de ti como no creías posible hasta ahora, y sientes como si te clavaran
algo por toda la piel en contacto con el agua. La orilla no está lejos, pero
aún así te apresuras para que el dolor y el horripilante frío terminen pronto, ahora que el agua te llega a la
cintura. Germán te sigue detrás, tan helado como vos,
pero parece mucho más esperanzado.
— ¡Me parece que sí había que cruzar el río, sí! ¡Si tenemos suerte
hasta podemos usar esto en ventaja nuestra! —Y vos, extrañado, le dirigís una
mirada y le preguntas:
— ¿En ventaja nuestra? ¿De qué nos puede servir esto? ¡Si no llegamos
rápido a la orilla y nos metemos de nuevo entre los árboles, llegarán los
militares y seremos blanco fácil! —Le gritás, pero es demasiado tarde. Ya se
han aparecido. Son una gran multitud, veinte, treinta. ¿Qué más da, si ya están
perdidos? Visten trajes camuflados, adaptados para ese clima, tan distinto de
ustedes. No sufren el frío, no están acorralados, no están siendo apuntados por
tanta cantidad de armas a la vez. Ellos tienen las de ganar. ¿Qué resta hacer
ahora? La respuesta la tiene tu amigo, pero…
— ¡Alto ahí, quédense donde están…—grita uno de los uniformados—…o
dispararemos!
— ¡Mateo, ahora! —dice él por su walkie-talkie, dándole la señal a tu
yo del futuro para que active el programa que haría que tu artefacto simule su
destrucción, la muerte de ustedes dos, y los transporte a un lugar seguro. Pero algo sale terriblemente mal. Los
militares se sobresaltan ante su inesperado grito, y uno dispara. La señal
llega, pero a la vez el balazo. Éste da en el agua, a escasos metros de
ustedes, pero es suficiente para que con el estruendo del disparo y el
estallido que produce al sumergirse a su alta velocidad, te asuste y sueltes el
artefacto. Este había empezado a emitir una luz, y un milisegundo antes de caer
te había bastado para confiar en que quizás su poder se activaría y el plan
funcionaría antes de que chocara con el agua. Cabía en ti la esperanza de que
no le pasara nada al mojarse, pero ésta muerte tan rápido como lo harás tu. La
menor salpicadura hubiera hecho estragos con cualquier Artefacto Foráneo, y
éste se sumerge y comienza a hundirse, incluso. Lo que sucede es tan repentino
que no te deja reaccionar, y cuando tu cerebro lo comprende es demasiado tarde.
Una cortina enorme de agua se alza muchos metros por encima de tu cabeza.
Fragmentos de lo que sea con lo que estaba hecho el artefacto vuelan hacia
todos lados, y sos el blanco perfecto. Sentís un fuerte dolor en la cara, en
los brazos, en todos lados, y un ardor que no calma ni las heladas aguas. Un
impacto que te empuja en el agua, algo que choca con tu rostro, el color de la
sangre mezclándose con el agua, niebla que invade tu vista, dolor…
Todo te
abraza con rapidez, todo se vuelve difuso, oscuro, lejano, ya no estás ahí.
FIN.