…Y con un fogonazo de luz blanca
repentina, desaparecen y aparecen al lado tuyo, haciendo que todos se
sobresalten y dirijan de pronto sus armas contra ustedes tres juntos. Hay
miradas de terror en algunos policías, mientras otros no terminan de entender
lo que acaba de suceder. Los dedos de Germán se vuelven un fugaz torbellino
mientras acciona una nueva función, y si bien vos sabes que no va a tardar
mucho, no podés evitar responder a sus despectivas órdenes.
— ¿Levantar las manos y quedarnos dónde estamos? ¿Para qué? —Decís, y
les haces una cara que esperas que encuentren terrorífica, aunque estas
aguantándote la risa. Otro fogonazo de luz blanca, y los tres desaparecen,
reapareciendo en una habitación oscura con pisos de madera. Están en uno de los
cuartos del piso de arriba de la casa, y esperando que no hayan visto el
resplandor que producen al transportarse, se acercan a la ventana para
espiarlos. Están en el lugar exacto por que el que desaparecieron, mientras el
científico y otros dos policías examinan el meteorito. A tu lado, Facundo y
Germán te felicitan.
— ¡Fue fantástico, Teo! ¡Si no se te ocurría eso no sé que hubiéramos
hecho! —termina el último.
—Sí, si…pero ahora tenemos que tomarnos un momento para pensar en cómo
rescatar a la familia y sacar del medio a esos policías. Ojala el aparato
tuviera una función para borrar las memorias de los que queramos—decís, mirando
esperanzado a Facundo, esperando que te diga que si se puede y te explique cómo
hacerlo. Él se queda callado, pero es Germán al que se le ocurre la idea.
—Bueno, es obvio. Viajamos en el tiempo un rato antes y los
transportamos a un lugar seguro.
— ¿Los tomamos por la fuerza y los transportamos al otro lado del
globo? No me parece muy buena idea—le afirmas a tu amigo. El te mira de mala
manera y vuelve a espiar a los policías.
— ¿Qué se te ocurre, entonces? —Inquiere finalmente, ofendido. — ¿Irnos
a casa así nomás?
— ¡Ya sé! No necesitamos que ni siquiera nos vean para sacarlos de
aquí, tengo una idea—dijo Facundo, y buscó en la habitación una hoja y algo
para escribir. No dijo nada mientras la pluma a fuente se deslizaba por el
papel, y tampoco dejó que se pusieran tras él para ver el mensaje, pero lo leyó
en cuanto hubo terminado: “Estimado señor Rosier. Nos complace informarle
mediante la presente que debido a su excelente trabajo en la fábrica y sus años
de aporte, hemos decidido darle un aumento y elevarle el rango a sub-director
de la sucursal. Esta noche, en la mansión Waverly, se celebrará una cena
conmemorando este y otros ascensos, y está usted y toda su familia cordialmente
invitados a acompañarnos a festejar esta gran noticia y el comienzo de lo que
esperamos sea una era de prosperidad y avance en la compañía a nivel local y
nacional. Confiamos contar con su presencia para charlar el asunto, firmar el
contrato, y desde luego, pasar una excelente velada. La cita es hoy a las siete
en punto en la residencia de Alfred Waverly, el director, y esperamos que
asistan. Con mis mejores deseos, Jhon Crookwood, secretario del director de
WAVERLY’S”.