Silencio. En el bote eras un
ovillo humano que se tapaba los ojos y protegía la cabeza hasta antes de caer.
Ahora estás parado, lo notas, pero eso que pisas no es madera, ni rocas filosas
en el fondo del río, ni agua, ni césped, ni tierra…es… ¿pavimento? Tu pequeño
ojo curioso logra ver una calle debajo de ti, y no es lógico, por lo que se
abre un poco más. Retiras tus manos de tu cara un poco para comprobar que
efectivamente tus dos pies secos y sanos están en la calle y miras con los ojos
bien abiertos para ver qué corno está pasando. Ya no hace frío, porque dónde
estás ahora es verano, lo notas en el calor que hace. No estás mojado, ni en
una isla secreta, ni en un río, ni en un bosque tupido, estás en una calle que
logras reconocer muy fácilmente. Es la cuadra de tu casa, en la esquina, a
metros de ella. Es la hora de la siesta, por la posición del sol y el silencio que
oyes. No hay nada más placentero que ese silencio, pero lo interrumpen unas
risitas a tu espalda. Te volteás para encontrar otra sorpresa: estás vos mismo,
de aspecto un poco más sucio y con ojeras, y a su lado o tu lado, como lo
quieras llamar, está tu amigo Germán con una cara sonriente de burla, y al lado
tu amigo Germán otra vez con un vendaje rojizo en el hombro y la misma
expresión. “Sorprendido, ¿no?” dice
tu otro yo. Tu corazón había estado latiendo tan deprisa por la adrenalina y el
miedo, que resulta fácil llenar tu organismo rápidamente de ira.
— ¡¿Pero qué pasó, de qué se ríen?! —Les preguntas, aunque estas tan
contento por estar fuera de peligro que la ira pronto se disuelve en paz
absoluta.
— ¡El plan funcionó, pero justo a tiempo! Un segundo más y éramos puré.
Activaste el dispositivo justo cuando caímos por la cascada pero antes de que
una gota de agua fuera a parar al Artefacto. Los soldados habrán entendido que
el agua cayó sobre él y explotó, y encontrarán abajo los restos destrozados y
chamuscados del bote, que confirmarán su historia. ¡Y aparecimos aquí!
Lo que te dice la versión futura de Germán te llena de alegría y
comprendes por qué se estaban riendo al verte enroscado como una víbora
temiendo por su vida cuando ya estabas completamente a salvo. Te reís también y
abrazas al grupo, pero pronto te surge una duda.
—Wau, ha estado genial, sí, pero… ¿Y ahora? Queda un solo aparato y
nosotros estamos en otro tiempo y…—pero callas ver que las dos versiones
futuras de vos y tu amigo revelan desde detrás, en su espalda, los dos
artefactos, sanos y salvos, como dos gotas de agua. — ¡Eh, pensaron en todo!
¡Esto es genial! ¡Con los militares convencidos de que morimos y los Artefactos
para nosotros, somos libres de hacer lo que queramos! —Terminas, pero tu yo del
futuro te dice serio:
—En realidad, van a tener que tener mucho cuidado cuando lo usen, porque pueden levantar muchas sospechas si los militares siguen alerta, por si acaso. Y te equivocas, no seguimos en el futuro al cual los llevamos, estamos en la fecha exacta en la cual Germán se apareció pidiéndoles ayuda, unos minutos antes. Aún pueden volver a sus casas y pretender que nada de esto pasó, destruir el aparato y seguir con sus vidas…o no. Se pueden arriesgar a usarlo para su beneficio, para el bien o para mandarse alguna travesura—agrega él, divertido, mirándolos a vos y a Germán. Pensás en qué harían los dos ahora que tienen la libertad de usar los poderes del Artefacto a favor.