A pesar de que lo de viajar en el
tiempo te preocupa por lo peligroso que ha probado ser y ya te tiene un poco
cansado, algo te dice que es la única opción que puede dar resultados, y con
Facundo logran convencer a Germán y se ponen manos a la obra. Procurando
mantenerse ocultos dentro de la casa, en silencio y atentos a cualquier cosa que
pudiera pasar mientras, logran configurar el artefacto para que los lleve
veinte minutos al pasado y presionan el botón indicado que los deja allí. En
los comandos habían programado también que el artefacto los transportara unas
cuadras hacia la ciudad, para alejarse de la casa y tener un margen de espacio
suficiente para boicotear la llegada de la familia Rosier y aún así poder
espiar a los policías en la casa, y se encuentran contentos de que los dejara
donde habían indicado. Este tiene que ser el final, te decís. Luego de esto y
asegurarse de que la familia llegue a salvo a su casa y no sufran ningún daño
ni queden relacionados de ninguna manera con el Artefacto Foráneo, vos y tus
amigos tienen que volver a casa. Estás esperanzado porque crees que así es como
van a ser las cosas y que nada podría salir mal… ¿pero sería así? Depende de
ustedes, de cómo resuelvan esta última pieza de este tan complicado
rompecabezas, por lo que decides tomar un poco la iniciativa y motivar a tus
compañeros.
— ¿Pueden ver a la familia
acercándose con el auto? —Pregunta Facundo, espiando desde un enorme arbusto
reseco. A pesar de que al principio no ven nada, una luz comienza a acercarse
en las lejanías y ustedes comprenden que no puede ser nadie más que ellos.
— ¡Es ahora o nunca! —Les gritas
vos, y comienzan a trabajar. Habían robado de la casa unos vasos de vidrio de
un anaquel en la cocina, por lo que tras darlos contra el pavimento y cubrir
una gran porción de la calle con vidrios rotos y piedras de los alrededores,
crean un escenario que esperan sea propicio para una pinchadura. Tienen cuidado
también de tirar en el medio del camino unos arbustos arrancados del suelo y
asegurarse de que parezcan caídos allí naturalmente, para que al menos, si no
pinchan una goma tengan que detenerse a correrlos del camino. El siguiente paso
es el más difícil de todos: esperar. La familia se acerca por la carretera y
pareciera que no lo hace lo suficientemente rápido, pero tras unos minutos que
se les hacen eternos, el auto se acerca, se percata muy tarde de los obstáculos
y pasa por encima de los vidrios y las piedras como si nada. Para su sorpresa,
el señor Rosier, incluso maldiciendo en inglés y sacando la cabeza por la
ventanilla, no se detiene de inmediato, si no que avanza. Luego sí se detiene y
se pone a revisar las llantas, que con total seguridad se han pinchado, y
ustedes intercambian unas miradas y sonrisas de triunfo, pero algo te dice que
no todo ha salido tan bien. ¡Y no—piensas— ¿cómo se me ocurre que hoy algo nos
puede salir bien, por más que sea una sola cosa?! Pero por un momento no pasa
nada. La familia se queda detenida allí, viendo qué pueden hacer con cuatro
gomas pinchadas, y los policías comienzan a salir de la casa. La familia
seguramente preguntará qué sucede cuando pasen por allí, pero una vez que los
otros se hayan subido a sus coches y dispuesto a marcharse de allí con todas
las evidencias borradas, ¿se detendrán a explicarles algo a los dueños de la
casa que acaban de allanar? Pareciera que…no.