— ¿Qué? —Preguntas vos. —Si están
bajo hipnosis o como se llame ese control mental que los hace obedecer a los
extraterrestres, ¿cómo vamos a hacer para que nos den información? Han pasado
treinta años desde que la tierra está bajo su control, y tranquilamente una
gran parte de la población actual no debe saber nada ni tener ningún recuerdo
para contarnos. Seguramente deben haberlos obligado para que continúen
reproduciéndose y así tener más gente bajo su control, pero muchas de las
personas que conocemos de antes pueden no existir, en especial los menores.
Todos nuestros compañeros de escuela, amigos, primos…si alguien sabe algo puede
llegar a ser un anciano o alguien de más de cuarenta, cincuenta años, ¿pero
quién sabe si no se…no se deshacen de las personas mayores cuando ya no les
sirven? —Inquirís. A pesar de horrorizar y asquear tanto a vos como a tus
amigos, todos coinciden con que es una suposición muy lógica.
— ¡Que horrible! —Exclama Germán,
imaginando lo que esas terribles criaturas alienígenas le podrían haber hecho a
sus abuelos y a los ancianos de la ciudad; a lo que Facundo le responde.
—De verdad que lo es, pero es
nuestra única esperanza. Tenemos que ir a la ciudad, secuestrar a una persona
mayor e intentar sacarla del trance para que nos diga qué hacer para remendar
toda esta situación con detalles de cómo se dio todo esto. Solo espero que no
tengamos que volver al pasado y cambiar de nuevo las cosas porque es posible
que empeoremos más la situación.
— ¿Pero y para sacar a una
persona de la hipnosis qué vamos a hacer? —Agrega Germán.
—Bueno, pensaremos en algo
entonces. No hay nada que podamos llevar de la casa a la ciudad para ayudarnos
con esa parte del plan así que tendremos que ingeniárnoslas allá. Vamos—le
responden, y sin más qué decir se marchan de la casa. El cielo en penumbra
verdosa es tan aterrador como la noche anterior, y el silencio misterioso sigue
dominando el ambiente, pero ustedes se han armado de valor y se han
predispuesto para esto. Saben los riesgos que van a correr, saben que las cosas
se podrían llegar a poner muy feas, pero cuentan con que todo este asunto
termine pronto. Afortunadamente pudieron disponer de unas horas de descanso,
que si bien no fueron del todo reparadoras, al menos les han dado tiempo para
recuperar sus fuerzas y encarar la situación mejor preparados y con algo
parecido a un plan. Los tres avanzan por el pequeño monte repleto de árboles a
las afueras de la ciudad y emprenden el regreso hacia el centro por un estrecho
camino de tierra. La visibilidad afuera es poca, pero al menos están armados en
caso de que surja algún peligro desde la oscuridad. Para su suerte, el viaje
por el campo solitario permanece tranquilo hasta que las casas abandonadas
crecen en número y el camino de tierra comienza a estar pavimentado y mejor
señalizado. No hay movimientos por ningún lado, salvo una ligera brisa que
mueve los pastizales y árboles, hasta que la urbanización los guía hasta una
calle que marca una clara división entre un barrio todo pavimentado y poblado y
el solitario y más precario lugar por dónde ustedes venían caminando. Allí
tampoco hay hombres hipnotizados ni extraterrestres a la vista, pero entienden
que de ahí en más podría y los habría...