De sus tres posibilidades, crees
que la más conveniente es la de ir con los conductores de televisión, porque
solo así lograrían llegar al volumen de gente que crees necesario para que las
cosas se esclarezcan. Germán y Facundo te dan la razón, así que una vez
decidido todo, se disponen a irse, y el señor Montacna prepara su salida y sus
artefactos para que los lleven directo a dónde necesitan. En un santiamén,
cuando cobras la razón, el dueño de esa casa oculta de los satélites se halla
desaparecido, junto con todo lo demás; y vos y tus amigos no tienen idea de
dónde están. Una inspección más calmada les revela que se encuentran en una
especie de sala de control, ya que ven muchas computadoras, aparatos
electrónicos, cables desperdigados y decodificadores de canales encima de una
serie de televisores apagados. Hay consolas, controles remotos, micrófonos,
auriculares, y, para su susto, dos personas a unos metros de ustedes que los
miraban algo alarmados.
—Bueno, ¡qué sorpresa! No los esperábamos tan repentinamente, pero
supongo que cuanto más nos apuremos mejor nos va a ir. Soy José—dice el hombre
vestido de traje y arreglado como para ponerse frente a las cámaras en
cualquier momento. Él y su compañera se acercan a ustedes y los saludan
amablemente. ¿Ellos, con esa pinta, estaban metidos en todo ese lío también?
—Yo soy Cristina, y ustedes deben ser Mateo, Germán y Facundo, ¿no es
cierto? —inquiere ella, muy producida también. Tras su afirmativa, ella agrega:
—Bueno chicos, esto es lo que vamos a hacer. Nosotros vamos a presentar la
noticia del avistamiento de uno de estos aparatos dentro del meteorito, y vamos
a informar sobre los otros aparatos de los que tenemos datos. ¿Qué nos pueden
decir, rápidamente, sobre qué y cómo pasó todo esto? —inquiere, y con paciencia
y poder de síntesis, le relatan lo ocurrido hasta el momento en pocos minutos.
José y Cristina dialogan rápidamente acerca de términos técnicos y qué harían
cuando desde producción se dieran cuenta de que estaban leyendo una noticia que
no estaba prevista, y luego les piden que depositen uno de sus aparatos frente
a una cámara de alta definición preparada a sus espaldas.
—Ustedes van a tener que quedarse a cargo de esta estación, chicos,
que nosotros vamos a cerrar desde afuera. Todo tendría que funcionar sin
problemas, pero si algo llegara a pasar usen los aparatos para comunicarse con
nosotros por cucaracha—dice velozmente José, para luego consultar su reloj. —Tenemos
que irnos, está por empezar el programa. Tengan cuidado, chicos.
— ¡Suerte! —les desea Cristina antes de irse, y en cuestión de
segundos se quedan completamente solos y encerrados en esa vibrante y algo
calurosa habitación. Se apresuran a poner uno de los Artefactos Foráneos en un
pequeño podio frente a luces y una cámara, y se acercan a uno de los
televisores que encuentran ya que estaba emitiendo publicidades y de pronto
arranca el programa. Música seria de presentación, imágenes de los conductores
y otros panelistas sonriendo y saludando a la cámara, comienzan los títulos, y
tras una breve noticia sobre un accidente automovilístico, la siguiente nota
sobre la que se detienen a hablar en profundidad es la de ustedes. Notan mucho
nerviosismo por parte de José y Cristina: estaban tomando riesgos.