Como crees que vos y Germán
podrían llegar a tener una oportunidad combatiendo contra la bestia, se
adentran más en la habitación en la que se han metido en busca de un arma. Al
parecer, esa parte de la nave era un almacén, por lo que está lleno de cosas y
no hay mucho lugar para moverse. Eso, sumado al hecho de que está bastante
oscuro, no promete demasiado. Sin embargo, en el tanteo silencioso que estaban
llevando a cabo consiguen hacerse con una linterna, y al encenderla, todo se
hace más sencillo. Parece una biblioteca llena de estanterías y archivadores,
aunque no hay un solo libro a la vista. Por el contrario, ven una provisión
bastante completa de comida enlatada, botellas de agua mineral, materiales de
limpieza, artículos que no pueden identificar, cajas misteriosas…pero nada que
puedan usar en su defensa. En ese momento, la bestia afuera, aún en plena
búsqueda, profiere otro gemido que los impulsa a intentar encontrar algo que
les sirva con más ahínco que nunca. Lo ves muy nervioso a Germán, pero en un
arranque de adrenalina, toma una escoba y da el largo mango contra una
estantería provocando tres cosas. La primera, un ruido que la bestia kózkora
oye inmediatamente y la guía hacia ustedes, la segunda, que la estantería se
tambalee y muchas cosas se caigan, incluyendo un líquido pegajoso pero de buen
olor que sospechan podría ser un detergente, y la tercera y la más
significativa, que la escoba se parta y se convierta en una lanza afilada.
Para su infortunio, no solo se
caen los detergentes sino que el efecto dominó, aunque con demora, finalmente
también hace caer una estantería mucho más cerca de ustedes y son obligados a
hacerse a un lado rápidamente para salvarse. Y en el desastre, se resbalan con
el líquido derramado y no pueden frenar. El impulso y sus fallidos intentos de
detenerse solo los llevan hacia adelante. Y frente a ustedes solo hay un
destino: la boca de la bestia que los espera gritando que los ha encontrado y
quiere devorar. Y no hay nada que la
vaya a detener, ni tampoco que los detenga a ustedes. Imaginas un dolor
espantoso, una muerte de lo más horrible, y vos y tu amigo solo pueden gritar y
cerrar los ojos antes del fatal desenlace. Resbalan…se deslizan…chocan contra
las fauces de la bestia…pero nada sucede. En el camino, quedaste detrás de
Germán, y abres los ojos temiendo que algo le haya pasado a él y no a vos, pero
lo que ves te sorprende: ¡su lanza improvisada le ha atravesado la boca a la
bestia! En lugar de llevarse un rico bocado, ella le dio un blanco facilísimo a
tu amigo para que él atacara y allí está, a tu lado, tan sorprendido como vos
de que la bestia estuviera agonizando en esos momentos.
La escena es terrible, y esa
horrible criatura grita peor que nunca, pero ustedes se tienen el uno al otro
para aguantar los sentimientos de culpa, miedo y hasta lástima que sienten por
toda la situación. Desearían que las cosas no hubiesen sucedido así, que
hubieran podido escapar sin matarla, pero ya es tarde para lamentaciones.
Tampoco hubiesen elegido tener que estar en ese lugar, tan lejos de casa y ante
tanto peligro, pero no regresarán sino se mueven de inmediato. Se apresuran a
correr en busca de una salida o de una cara conocida, pero tras unos largos
quince minutos, lo único que hallan es un ascensor dentro del cual solo hay dos
botones, dos destinos…