11 abr 2015

PÁGINA 109


Como crees que vos y Germán podrían llegar a tener una oportunidad combatiendo contra la bestia, se adentran más en la habitación en la que se han metido en busca de un arma. Al parecer, esa parte de la nave era un almacén, por lo que está lleno de cosas y no hay mucho lugar para moverse. Eso, sumado al hecho de que está bastante oscuro, no promete demasiado. Sin embargo, en el tanteo silencioso que estaban llevando a cabo consiguen hacerse con una linterna, y al encenderla, todo se hace más sencillo. Parece una biblioteca llena de estanterías y archivadores, aunque no hay un solo libro a la vista. Por el contrario, ven una provisión bastante completa de comida enlatada, botellas de agua mineral, materiales de limpieza, artículos que no pueden identificar, cajas misteriosas…pero nada que puedan usar en su defensa. En ese momento, la bestia afuera, aún en plena búsqueda, profiere otro gemido que los impulsa a intentar encontrar algo que les sirva con más ahínco que nunca. Lo ves muy nervioso a Germán, pero en un arranque de adrenalina, toma una escoba y da el largo mango contra una estantería provocando tres cosas. La primera, un ruido que la bestia kózkora oye inmediatamente y la guía hacia ustedes, la segunda, que la estantería se tambalee y muchas cosas se caigan, incluyendo un líquido pegajoso pero de buen olor que sospechan podría ser un detergente, y la tercera y la más significativa, que la escoba se parta y se convierta en una lanza afilada.

Para su infortunio, no solo se caen los detergentes sino que el efecto dominó, aunque con demora, finalmente también hace caer una estantería mucho más cerca de ustedes y son obligados a hacerse a un lado rápidamente para salvarse. Y en el desastre, se resbalan con el líquido derramado y no pueden frenar. El impulso y sus fallidos intentos de detenerse solo los llevan hacia adelante. Y frente a ustedes solo hay un destino: la boca de la bestia que los espera gritando que los ha encontrado y quiere devorar.  Y no hay nada que la vaya a detener, ni tampoco que los detenga a ustedes. Imaginas un dolor espantoso, una muerte de lo más horrible, y vos y tu amigo solo pueden gritar y cerrar los ojos antes del fatal desenlace. Resbalan…se deslizan…chocan contra las fauces de la bestia…pero nada sucede. En el camino, quedaste detrás de Germán, y abres los ojos temiendo que algo le haya pasado a él y no a vos, pero lo que ves te sorprende: ¡su lanza improvisada le ha atravesado la boca a la bestia! En lugar de llevarse un rico bocado, ella le dio un blanco facilísimo a tu amigo para que él atacara y allí está, a tu lado, tan sorprendido como vos de que la bestia estuviera agonizando en esos momentos.

La escena es terrible, y esa horrible criatura grita peor que nunca, pero ustedes se tienen el uno al otro para aguantar los sentimientos de culpa, miedo y hasta lástima que sienten por toda la situación. Desearían que las cosas no hubiesen sucedido así, que hubieran podido escapar sin matarla, pero ya es tarde para lamentaciones. Tampoco hubiesen elegido tener que estar en ese lugar, tan lejos de casa y ante tanto peligro, pero no regresarán sino se mueven de inmediato. Se apresuran a correr en busca de una salida o de una cara conocida, pero tras unos largos quince minutos, lo único que hallan es un ascensor dentro del cual solo hay dos botones, dos destinos…


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