Sus palabras los dejan en
shock. ¿Tan fácil había sido todo? ¿Por qué había dicho Facundo que tendrían
que idear una estrategia, armar un plan y luego ejecutarlo cuando este tipo
hizo todo por su cuenta? ¿Y cómo que los aparatos iban a quedar inactivos luego
de que los usaran una última vez para regresar a sus casas? ¿No los iban a
poder usar más? ¡Ustedes necesitan poder usarlos cuando los secuestren! Todas
estas y más dudas y pensamientos atormentaban sus cabezas desde el instante
fugaz en que Samuel los despidió hasta que vos preguntas: “¿Inactivos?”
—Sí. Inactivos,
desactivados. No van a poder usarlos más—dice tranquilamente, apagando su
cigarrillo y soltando el humo una última vez. —Si son tan imbéciles como para
chocarse con ustedes mismos, con lo peligroso que eso es, entonces no puedo
dejar que sigan utilizando su artefacto. Y vos Facundo, tampoco. Son muy
jóvenes, y los que intentamos mantener esto bajo control no podemos permitirnos
que ustedes anden poniendo en riesgo todo lo que logramos, usando el aparato
como se les cante y publicando blogs una y otra vez. Son, los tres, uno más
idiota que el otro. Ahora váyanse, y llévense este solo—les dice, encajándote
un artefacto, dejando el otro enchufado y empujándolos a todos bruscamente
hacia la salida. —Si el otro ya no va a funcionar, no sirve que lo tengan de
recuerdo. Lo usaré yo para irme también. Arrivederci.
Samuel les cierra la puerta
en la cara, y tras unos segundos en los que escuchan un revoltijo de papeles,
cajas y latas tiradas, un resplandor blanco sale por la hendija de la entrada y
luego no se escucha más nada.
— ¿Se fue? ¿Así nomás? —Pregunta
Germán, a lo que un iracundo Facundo responde:
—Sí, y nosotros también.
Él se acerca a vos para
tomar el artefacto y digitalizar las coordenadas que los llevarían a sus
hogares, pero vos te apartas un metro lejos de él. Es la última vez que van a
poder usar los poderes de ese aparato que tienes en las manos antes de que se
desactive para siempre. ¿No sería apresurado usarlo solo para volver por dónde
vinieron? ¿Podría haber otra opción? Estás seguro de que el Artefacto Foráneo
es capaz de muchas cosas, pero quedando un solo movimiento por hacer… ¿deberían
desperdiciarlo en una simple transportación? Quizás no están tan lejos de sus
casas como ustedes creen. Germán y Facundo te miran, incrédulos, pero sospechan
lo que traes en mente. La tentación es demasiado grande. La expectativa, la
ansiedad y la duda; infinitas. La caja de Pandora está en tus manos. Si vos
quisieras, podrías echarte a correr, perderlos y usarlo para tu beneficio.
¿Pero estarías dispuesto a hacerlo? ¿Qué no estarías dispuesto a hacer?
— ¿Qué haces, Mateo?
¡Tenemos que irnos! —Te grita tu mejor amigo. La decisión está (literalmente)
en tus manos.