Tomás el chip con el mensaje y
tras una mirada a Germán y la enfermera, los tres se ven en la obligación de
continuar. Ella sabe hacia dónde ustedes tienen que ir, por eso es quien los
guía. Te duele y preocupa dejar al Capitán apoyado contra la pared, como
dormido, sabiendo que se lo van a llevar con los otros tripulantes hacia quién
sabe dónde. Al menos te queda la ilusión de que no le irán a hacer daño…por
ahora. La distancia entre ustedes y los Kózkoros sigue siendo oportuna, pero
esquivar el mar de disparos es ahora una tarea titánica, por muy poco casi
imposible de realizar. Doblar hacia un nuevo pasillo resulta casi en recibir
tres disparos simultáneos, pero te salvas por un pelo. En el nuevo corredor
descubrís que en realidad están muy cerca de la sala de comandos, y que quizás
hubiera sido mejor intentar llevarse al Capitán con ustedes sabiendo lo poco
que faltaba. Quizás él pensó que aún estando cerca resultaría imposible llegar
a salvo los cuatro si él se convertía en una carga, y por eso los mandó a que
continuaran solos. Es triste, pero de cualquier manera, volver ya no es una
opción. Los tres utilizan lo último de sus fuerzas para llegar rápidamente a
sala de comandos antes que los Kózkoros vuelvan a quedar a la vista, pero de
ninguna manera esperabas ver eso que se les presenta en frente al arribar tan
de sorpresa a la habitación. Es una emboscada. Tendrían que haber previsto que
ellos podrían tener la inteligencia suficiente para lograr algo así. Los
engañaron y de una manera terriblemente inoportuna: si los extraterrestres
persiguiéndolos te parecían muchos, estos para vos son un batallón. Numerosos,
armados, expectantes; otro grupo de reptiles humanoides está allí al asecho,
aguardando su llegada a apenas metros de ustedes.
Una mirada a Germán y la
enfermera y te das cuenta de que todo está perdido. Ellos están incluso más
asustados que vos, probablemente porque nunca se hubieran imaginado que pudiera
llegar a pasar algo semejante. Se dejaron confiar en que aquel sería el lugar
en dónde todo terminaría y dónde podrían estar a salvo, pero la esperanza se
esfumó de un segundo al otro. ¿Deberían tirar las pistolas y entregarse?
¿Habría siquiera una mínima, ínfima oportunidad de salir ilesos de esa
situación? Ellos se acercan apuntándolos y les proliferan unos sonidos
amenazadores que parecen pedir aquello que estabas pensando. Ustedes se vuelven
a mirar, paralizados entre el terror y la horrible sorpresa, y finalmente dejan
las armas en el suelo muy lentamente. Los tres son capturados, les ponen unas
especies de esposas o inmovilizadores, y te quitan de las manos y a la fuerza
el chip con el mensaje. Todos parecen tener una especial atención en vos, mucho
más que en Germán y la enfermera. Te señalan, te tratan diferente: es obvio que
el plan para con vos difiere a con el de los demás. Sos llevado aparte de todo
ese circo y a pesar de que intentas zafarte y que tu amigo forcejea con furia
también en un intento de salvarte, ya no hay nada que hacer. Te guían hacia
otro lugar que por la oscuridad de la nave no pudiste ver qué era. Ellos
presionan algo en un panel en algún lado y cuando una compuerta se abre, te
meten de un empujón en una cámara con un olor nauseabundo. Luego de retener el
vómito un rato, un conteo baja de diez a cero, haciéndote temblar de pies a
cabeza, y cuando la pantalla se queda sin números, algo se abre detrás de ti y
te aspira en un instante hacia el vacío del espacio junto con el resto de la
basura de la nave. Solo el sentimiento de por sí es mortífero: la presión, la
tortuosa falta de oxígeno…
FIN.