Con inmensa culpa y un terror que
te obstruye la garganta, observas que tus padres también están esposados unos
metros más allá, escoltados por más policías. Los amordazaron, y solo se
dedican a mirarte asustados, no comprendiendo nada. ¿Será tu culpa todo esto?
¿Podrías haber evitado ese desastre? No estás seguro, pero antes de que puedas
preguntar algo te amordazan también, y te conducen a vos y a tus padres hasta
que los meten en un camión de carga. Lo último que ves a plena luz es que
cierran el portón.
Tu madre empieza a llorar ni bien
los meten allí dentro. Tu padre trata de consolarla, dejándola que apoye su
cabeza en su hombro, pero ninguno de los tres puede decir nada. Vos te sentís
horriblemente mal, porque tu familia no tiene la seguridad que tenés vos de que
va a salir todo bien. ¿Pero podrías estar completamente seguro de eso? Después
de que aparentemente encontraran el Artefacto Foráneo oculto en tu pieza, los
militares arrancan el coche y emprenden su camino. Por lo que ustedes logran
escuchar, ya que es lo único que pueden hacer, están siendo escoltados por
coches de policías, más camiones y hasta un helicóptero en las lejanías. No hay
nada que puedan hacer salvo esperar. Están totalmente inmovilizados, ven muy
poco, y no hay nada a su alrededor que les sirva para liberarse de alguna
manera. Lo único que lográs hacer es acercarte a tu papá…y apoyar también tu
cabeza en su hombro. Recordás que el lugar a dónde los van a llevar es frío,
casi helado, así que te imaginás que se están dirigiendo más y más hacia el
sur. Seguro que el pobre de Germán y su familia están en alguno de los otros
camiones, todos con el destino fijo hacia el mismo lugar. ¿Cuánto tardarán en
llegar?
Pasan horas allí adentro, pero no
podés saber a ciencia cierta hace cuánto están viajando. Imaginas a las
autoridades abriéndoles paso, dándoles prioridad, dejándoles manejar a quien
sabe cuántos kilómetros por hora. Se hizo de día ya, y hasta crees que podrían
ser las primeras horas de la tarde cuando un oficial armado abre el portón. Les
ponen bolsas oscuras en la cabeza, y los hacen caminar a los tres hacia, según
imaginas, algún búnker subterráneo. En efecto, en un determinado momento les
avisan que tendrán que bajar por unas escaleras, y además de eso, tras recorrer
lo que parecen pasillos y amplias salas, los hacen bajar por un ascensor hasta
donde probablemente estén las celdas. Cada vez el ambiente se pone más frío y
más húmedo, y escuchas el ruido de las bisagras cuando abren una puerta al
tiempo que el frío llega a su máximo. Les quitan las bolsas de las cabezas, las
esposas y las mordazas, y observas como tus padres son separados de vos y te
dejan solo en una pequeña prisión con un inodoro visto y una cama que tiene
menos aspecto de cómoda que de otra cosa. Huele horrible, estás helado, y ahora
también solo. La prisión frente tuyo está vacía, y mientras tus papás comienzan
a gritar y a preguntar por qué ellos hacían eso al ritmo que los alejaban más y
más, un oficial llega con Germán y también lo libera antes de meterlo en tu
misma celda. “Teo” dice, y te abraza
fuerte. Vos no podés evitar devolverle el apretón, pero pronto ambos se separan
y se quedan con las caras frente a los barrotes congelados. Una sola mirada
basta para darse cuenta que pensaban en lo mismo.
—Tenemos que salir de acá, pero tenemos que esperar que pase
una noche—le decís, y él asiente.