11 abr 2015

PÁGINA 121


— ¡Allá! —Grita Germán entonces. Vos la ves. La salida está algo lejos, porque ahora que ves dónde estás con detenimiento, el depósito es una zona bastante grande. Los tres se echan a correr por sus vidas en esa dirección, pero la bestia tras ustedes y los Kózkoros comienzan a atacar arrojando cosas con sus fauces y disparando, respectivamente.

— ¡Sepárense! —Ordena la doctora, y aunque a vos la idea no te gusta en lo más mínimo, Germán le hace caso y vos te ves obligado a continuar solo. Ves como él corre a unos metros tuyo, esquivando los disparos y tirando lo que encuentra en su camino hacia atrás, en un intento de contraataque. No crees que de mucho resultado, pero admiras su valentía y su deseo de vivir, y eso te impulsa a correr con más fuerza. Vos mismo te ves obligado a agacharte y detenerte un momento cuando dos estantes enteros se desploman adelante y detrás de ti, pero te las ingenias para esquivar el obstáculo y continuar corriendo. La bestia, a pesar de todo, tiene dificultades para hacerse paso entre la cantidad de cosas frente a ella, pero tampoco se deja vencer. En un momento, encoge sus piernas en una posición que la asemeja a un sapo, y de un increíble salto se pone bien frente al camino de Germán. Éste no pierde un segundo y llevado por la adrenalina, salta también entre una estantería vacía y aterriza de tu lado, casi perdiendo el equilibrio. Vos lo agarras de los hombros, lo ayudas a recuperarse y los dos retoman la carrera, más veloces de lo que nunca creyeron que podrían correr. La criatura embiste con una caja enorme de madera repleta de alimentos que salen disparados hacia todos lados, y rápidamente se enfila de nuevo por el mismo camino que ustedes.

— ¡No miren atrás! —Les grita la doctora desde alguna parte, pero ustedes ya lo habían hecho. Faltan muy pocos metros para la salida; sin embargo, no creen alcanzarla antes que el Kózkoro gigante los atrape a ustedes. Aún así no paran un instante de correr, y vislumbran en la distancia que la doctora de alguna manera había tomado un atajo y había llegado a la puerta antes que ustedes, manteniéndola abierta y protegiéndose con una placa gruesa de metal que quién sabe de dónde había sacado. La bestia les ruge otra vez haciendo vibrar todo a su alrededor, y de pronto se detiene, se prepara para saltar, y se impulsa hacia delante, pasando encima de ustedes y chocando con la doctora, la salida, y todo a su paso. La pared se desploma, el metal se retuerce, y oyen atemorizados cómo la pobre grita a todo pulmón por su vida mientras el reptil monstruoso la ataca en el pasillo lindante. Pero justo cuando habían disminuido la marcha y no sabían si socorrerla, volver o qué hacer puntualmente, ven como un cañonazo sale disparado hacia la bestia desde alguna parte que ustedes no logran ver y le acierta fatalmente, desparramando trozos de criatura por doquier. La doctora yace en el suelo, ensangrentada, pero un batallón de oficiales de la Alianza Galáctica se asoma al depósito mientras otros dos asisten a la pobre mujer, y comienzan a disparar contra los Kózkoros a sus espaldas. Ustedes finalmente llegan junto a ellos, pero no pueden ni dirigirle una palabra a los que estaban subiendo a su compañera en una camilla, porque un par de oficiales los empujan lejos del conflicto y los escoltan por el pasillo hacia un lugar seguro. Mientras corren, escuchan a los Kózkoros ser reducidos, y se preguntan qué irá a suceder.


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