11 abr 2015

PÁGINA 134


Decidís ir hacia la izquierda, y ustedes dos no alcanzan a dar cuatro pasos seguidos que una explosión repentina a sus espaldas los sorprende. Un fusible había estallado justo donde ustedes estaban parados hacía un momento, y agradecen haberse corrido justo y salvado de ello. Movidos por la adrenalina, caminan entre un lío de escombros, lenguas de fuego alcanzando muebles de las habitaciones, nubes densas de humo y cables pelados y desperdigados por el suelo. Cuando alcanzan un vestíbulo más amplio, se ven obligados a cruzar saltando un importante agujero en el suelo –producto de algún derrumbe o estallido- o regresar. Como se creen capaces de sortear el obstáculo, los dos toman carrera y saltan al otro lado al mismo tiempo. El problema es que…hacerlo juntos había sido una mala idea. Al aterrizar, el débil metal se vence ante el impacto y los tira hacia abajo, incapaces de sostenerse de nada. Una larga caída ahora los atrae, pero cuando chocan contra lo que creen es el suelo…resulta que no es tan duro como creían. De hecho, habían impactado en algo bastante blando y tibio. El lugar parece una cueva de metal, sombría, como un calabozo, y solo se oye el eco de sus respiraciones. La única luz proviene del lugar desde dónde ustedes cayeron, que ilumina débilmente la habitación. El suelo es pegajoso, húmedo y caliente: todo lo contrario a lo que tendría que ser el metal. A decir verdad, tampoco se podría decir que era un suelo. Parecía una roca gigante puesta en el medio de la sala, con la diferencia es que esta roca era cálida, blanda y…respiraba. Sus corazones de detuvieron cuando cayeron en la cuenta de que eso no era una piedra. ¡Era una criatura!

De nada sirve intentar escapar ahora, porque ustedes cayeron sobre su lomo. Sin embargo, con un movimiento de su parte basta para tirarlos por fin sobre el suelo frío, duro y liso. La bestia gira la cabeza hacia ustedes rápidamente, y logran ver algo asqueroso. Si los Kózkoros tuvieran una abeja reina, o una mascota exageradamente grande, tendría que ser esa. Escamosa, parecida a un sapo-lagarto de cuatro patas con garras, la criatura les profiere otro gutural terremoto como a los que estaban acostumbrados por parte de sus hijos/dueños, pero muchísimo más fuerte y que esta vez en serio hace temblar las paredes. No hace falta que alguien les ordene correr, porque ya están en eso y gritando al mismo tiempo. La criatura es demasiado grande para la sala y le cuesta mucho voltearse, lo cual les da una ventaja. Pero una vez que lo hace, ya no les quedan muchas esperanzas. Sus patas la adelantan mucho y se pone cerca de ustedes, prácticamente a sus espaldas, pero en un arrebato de suerte ambos logran meterse por un agujero abierto en una pared y logran ocultarse. Siendo capaces de espiar y respirar más tranquilamente, logran ver que la bestia kózkora tiene un collar alrededor de su cuello. Ella pasa al lado de ustedes y no los ve, pero se da cuenta de que tienen que haberse escondido y los comienza a buscar. Se la ve furiosa, pero en la observación que les permite hacer su refugio, te das cuenta de que quizás su contextura no sería tan difícil de atravesar si encontraran algo con qué atacarla. Requeriría destreza e implicaría un peligro, pero les permitiría salir con vida de esa situación. También podían intentar correr por aquel pequeño pasillo y no arriesgarse. La única opción que vale es la que los deja vivos.



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