La única idea viable y justa que se te ocurre para solucionar
el problema es hacer un sorteo y dejar que el azar decida. Vos, Germán y
Facundo comprenden que inevitablemente uno de los tres va a tener que pararse
frente de las cámaras en menos de un minuto y hablar frente a miles de
personas, así que concuerdan en aceptar el resultado del sorteo, sea cual sea.
Es evidente que a ninguno de los tres les emociona la idea, pero saben que
tienen que actuar rápido. Se apresuran a sortear el nombre de quien tuviera que
dar la cara, y resulta que el ganador termina siendo…
— ¡No! —grita Germán. De los tres, él era quien esperaba
menos ser elegido. Su expresión denota que tiene mucho miedo y que no estaría
dispuesto a continuar, pero ya no hay nada que hacer.
— ¡Germán, dijimos que íbamos a aceptar el resultado! —le
reprocha Facundo.
— ¡Ninguno lo decía en serio, admítanlo! ¡No pienso hacerlo! —se
encapricha tu amigo, y retrocede, como si ustedes fueran a obligarlo y
empujarlo frente a la cámara. Ulises le advierte:
—Treinta segundos, chicos. Apúrense—. Se lo ve muy ocupado
mientras trabaja a ocho manos para disponer todo para la transmisión satelital
como para preocuparse de ese asunto. El elegido sigue retrocediendo, exclamando
desesperado, sin percatarse que si no se detenía tropezaría con el enredo de
cables que estaba desperdigado por el suelo.
— ¡No me obliguen, por favor! ¡No lo voy a hacer! —Se
lamenta, cegado por un repentino terror.
— ¡Bueno, Germa, pero tené cuidado que te vas a…!—intentas advertirle,
pero es demasiado tarde.
Su pie queda atrapado en el desorden, y él cae sin
poder evitar tirar consigo dos computadoras que los empujan a Facundo y a vos
al suelo también, haciendo más y más desastre. Ulises comienza a gritarles
enojado; pero no pasa un instante hasta que su cara se inunda también de
terror, al igual que las de ustedes. Les dice que el sistema de cobertura que
usaba para mantener su casa escondida acaba de interrumpirse. Se escucha que
una de las computadoras comienza a hacer un cortocircuito, y pronto, al estar
todas interconectadas, sufren desperfectos también. El pálido dueño de casa
intenta evitar más desastre, pero el peligro ya es inminente: se escucha un
helicóptero en las cercanías. Los motores de algunos de los aparatos en la
habitación comienzan a producir un ruido raro, y pronto salen humo y chispas de
muchos de ellos, pero a ustedes eso no les podría importar menos. Al ruido de
unas hélices se le suma uno más, y están casi encima de la casa. Los cuatro se
ponen de pie, e intentan correr hacia la salida, pero cuando llegan a las
escaleras, habiéndose hecho paso entre el caos cibernético que pronto empezaría
a incendiarse, algo los inmoviliza. Un explosivo detona la casa encima de sus
cabezas, y no pasará mucho para que otro se dirija hacia el cobertizo bajo el
cual ustedes estaban atrapados. Ulises les grita que suban, pero su perdición
llega antes de lo esperado. Escuchan un estallido que hace temblar todas las
instalaciones subterráneas, y el techo se cae encima de ustedes. El calor los
sofoca, al igual que el peso de ladrillos, madera y tuberías. El agua que se
escapa del drenaje y los empapa y los tomacorrientes haciendo chispas cerca no
anuncian nada más que el inevitable…
FIN.