Tras reír también y hacer una pausa, agregas pensativo: —Lo que quiero
decir es que…todo esto pudo haber salido peor, pero al final fue porque fuimos
un poco valientes…
—Y un poco estúpidos, tenemos que admitirlo—agrega la enfermera,
sonriendo dulcemente.
—También, claro que sí…pero fue por eso que nos salvamos, y creo que
merecemos un aplauso—razonas, con una nueva esperanza y una alegría que invade
todo tu cuerpo. Los tres se aplauden entre ustedes y a Germán se le ocurre la
idea de moverle los brazos al Capitán para que simule también aplaudir,
provocando nuevas carcajadas aunque también una mirada medio dura de la
enfermera. Sin embargo, ella se pone de pie y tras más dígitos en una
computadora y más paneles secretos que se abren a sus órdenes, vuelve con tres
vasos y una jarra de jugo fresco de frutas.
—Merecemos un brindis, en realidad—dice, y tras servirle a los tres,
todos brindan por la salud del Capitán, que pronto despertaría, y por las cosas
buenas a venir. Y en efecto, muchas cosas buenas vinieron después de ello.
Cuando llegó la ayuda de la Alianza Galáctica y todos los Kózkoros –congelados
o no- que encontraron en todo el universo y en la nave fueron arrestados y los
tripulantes liberados, todo se arregló en cuestión de minutos. El Capitán
finalmente despertó, y los oficiales de la Alianza procuraron que en la nave no quedase ninguna
amenaza antes de irse de cacería a buscar a los Kózkoros y sus aparatos
misteriosos de espionaje. A ustedes los cubrieron con mantas, les prepararon
una comida excelente que les sirvieron en la cocina de la nave que ese día
hicieron volver a marchar tras unas horas de limpieza y acomodo, y cuando todo
volvió a la normalidad, a ustedes les abrieron otra ventana dimensional para
que se marcharan a sus casas. Pero antes de ello, se les otorgaron medallas de
honor y el Capitán y un delegado de alto rango en la Alianza Galáctica
les dedicaron unas palabras de agradecimiento y les dijeron que podían
visitarlos cuando quisieran, aunque vos no creíste que fuera oportuno regresar,
y mucho menos Germán. Muchos apretones de manos, abrazos y besos de la
enfermera amable después, el momento de partir llegó. Vos y tu amigo se miraron
expectantes y no pudiendo aún creer nada de eso y finalmente, cruzaron el
portal. Cuando abrieron los ojos, los dos se encontraron en la pieza de Germán,
sin más suvenires que las geniales medallas que colgaban de sus cuellos. Los
recuerdos estaban intactos y permanecieron por muchos años en sus cabezas,
aunque solo allí, porque sabían que si decían algo los iban a tratar de locos,
pero al menos ustedes pudieron volver a juntarse en el futuro para hablar sobre
ello. El resto del verano fue mucho más tranquilo en comparación, mucho más
normal, con partidos de fútbol, tardes de pileta, helados, películas y salidas
en bicicleta, pero por más cosas que pasaran en el futuro, vos y tu amigo estuvieron
siempre seguros de que no habría nunca un verano que se fuera a comparar con
ese. Y en parte se debió a que habían estado a punto de morir unas cuantas
veces y habían sorteado peligros inimaginables, pero por otra parte había sido
la mayor aventura de sus vidas, aquella que esperaban jamás olvidar, y aquella
que había sido totalmente inesperada. “Y pensar que todo esto empezó con un
simple aparato”, soleó decir Germán en el futuro unas cuantas veces. Pero vos
siempre lo contradecías. “No fue por un simple aparato, amigo. ¡Fue por ‘El
Artefacto Foráneo’!”.
FIN.