Sin decir más, cierta su puerta con
llave, y los deja incrédulos. En la habitación encuentran tres camas, una
bandeja con comida que tiene muy buen aspecto y parece recién dejada allí, y un
cofre a los pies de una de las literas a la que se le dejó la llave puesta.
Curiosos, la abren para ver su contenido y se llevan una decepción al descubrir
que estaba vacío. Se les cruza por la cabeza que quizás eso estaba puesto allí
para que guardaran sus aparatos, y como para ocuparse con algo, los ponen bajo
llave. Ninguno quiere ponerse cómodo, porque por alguna razón esperan que
alguien vuelva y les explique lo que estaba sucediendo. Al cabo de un rato de
deambular por el cuarto, caen en la cuenta de que al menos por lo pronto, nadie
les iba a ir a contar nada.
—Qué porquería—dice Facundo, pateando un
armario que, según descubrieron luego, también estaba vacío; para luego tirarse
boca abajo en una cama. Germán, abatido, se sienta en otra y se agarra la
cabeza. A vos lo que único que se te ocurre hacer mejor que quedarte parado es
sentarte a su lado y pasarle una mano por su hombro. Cuando te siente
confortándolo, dice:
— ¿Es en serio esto o nos están tomando
el pelo, Teo? ¿No voy a volver a ver mis papás nunca más, todo porque tuve la
mala suerte de que ese meteorito de mierda cayera en mí casa y no en la de otro?
¿Por qué nos hacen esto, qué hicimos de malo nosotros? —. Por más que te
gustaría responderle que todo estaría bien, no podés más que bajar la vista y
negar con la cabeza.
No hace una hora que estaban allí,
intentado abrir la única puerta o ocupados odiando toda la situación por la que
estaban atravesando, cuando sienten el barco sacudirse violentamente y terminan
los tres estrellándose contra uno de los muros, aunque afortunadamente no
haciéndose mucho daño. Antes de que pudieran preguntarse qué había sucedido,
otro impacto hace la nave mecerse para el otro extremo, arrastrándolos a
ustedes y a los muebles hacia el lado opuesto. Segundos después, la embarcación
se inclina de nuevo, esta vez hundiéndose en una posición que hace que algo
caiga estrepitosamente por la puerta de la habitación, haciéndola añicos. Era
un hombre, pero el impacto lo deja inconsciente y ustedes no son capaces de
preguntarle nada. Por la abertura, comienza a entrar una importante cantidad de
agua, y su instinto de supervivencia los mueve a querer escapar de esa
sentencia de muerte lo antes posible. ¿Estaban bajo ataque? No había forma
saberlo. Lo más importante ahora es salvarse. Correr por los pasillos de la nave
mientras estos se atestan de agua hasta el cuello les resulta un trabajo arduo,
más cuando ésta no deja de moverse. De pronto, divisan a la única persona
conocida en toda la tripulación, el Capitán, y no pueden evitar interrogarle
sobre qué sucedía. Él ignora sus preguntas, y les dice:
— ¡¿Y los artefactos?! —. Es entonces
cuando ustedes caen en la cuenta de que no los tenían en mano y los habían
dejado en la habitación. — ¡¿Qué mierda hicieron con ellos?! ¡¿No les dijeron
que no los tocaran?! ¡Nos descubrieron!—los acusa, pero no pueden responderle,
porque en ese momento otro estallido produce una inundación catastrófica, y
poco tiempo tienen para hablar. La única opción ahora es nadar por la parte
inundada y esperar encontrar alguna burbuja de aire o a alguien que los pueda
socorrer. Por desgracia, con terror entienden que eso…ya no va a suceder.
FIN.