— ¡Les digo en serio, no puedo abrirla! —Les exclama la enfermera. —Probemos
los tres al mismo tiempo. A la una, a las dos, ¡a las tres! —Dice, y vos y
Germán la ayudan a intentar tirar con fuerza de la puerta. Esta vez sí cede, y
ni bien la abren, algo mucho más extraño y menos asqueroso y destructivo de lo
que te esperabas se muestra desde el pasillo. No hay fuego, ni cenizas, ni
escombros de nave, ni extraterrestres carbonizados, ni nada de eso. En su lugar
hay todo lo contrario. Hielo, frío, y los cuerpos de los Kózkoros como
detenidos en el tiempo, parpadeando lentamente en un traje congelado y transparente
que los cubre y mantiene con vida pero en la más absoluta inmovilidad. La
puerta no podía abrirse porque había sido cubierta casi en su totalidad por el
hielo que plagaba hasta las paredes y el techo, aunque notas que el efecto no
cubre mucho más que unos metros. Eso quiere decir que los extraterrestres de la
sala de comandos aún siguen allí esperando por ustedes, y no sos el único que
se da cuenta de ese inconveniente. La enfermera regresa al armario y toma más
granadas azules, que arroja sin pudor hacia la sala a no mucha distancia.
Ustedes se cubren pero no hay ningún peligro ya. Los han agarrado por sorpresa.
— ¿Ya está? —Pregunta Germán, destapándose los oídos y dándose cuenta
de que había sido en vano ya que el estallido congelante había sido prácticamente
mudo.
—Creo que sí, muchachos—dice ella, entusiasmada y alegre de que todo
haya terminado—Vayamos a dejar el mensaje, que nos salvamos por ahora pero
estos bichos deben tener refuerzos pisándonos los talones—ordena, y vuelven a
cargar al Capitán entre los tres ahora hasta la sala de comandos. Allí, una
escena muy similar a la del pasillo los espera. Kózkoros congelados que fueron
tomados por sorpresa, hielo en las paredes, el techo y el suelo, pero
afortunadamente las computadoras funcionan correctamente. El mensaje es enviado
y ustedes empujan las estatuas de hielo vivientes fuera de la sala solo por
precaución. Se encierran por el mismo motivo y aguardan allí unos minutos por
el rescate que al poco tiempo les confirman que está al caer. Vos no podes
creer que todo haya terminado así, aunque realmente te alegra. Germán se deja
caer en el suelo y vos te sentás a su lado, los dos compartiendo una sonrisa
que hacía un largo rato no veías en tu buen amigo.
—Y pensar que estuve a punto de dejarte ir solo por la nave en busca
de ayuda y que me iba a quedar en la cámara—le decís, agradecido de no haberlo
hecho. Él sonríe antes de contestar:
—Sí…perdón, Mateo. Vos tenías razón, si nos hubiésemos quedado en la
cámara nada de esto…
— ¿Pero qué decís? ¡Mejor que hayamos salido! Los bichos estos les
tenían preparada una trampa al Capitán a la señora Valentía aquí presente—le
decís, haciéndola sonrojar y dándole la confianza suficiente para que se siente
al lado de ustedes también. —Si nosotros no los ayudábamos, quizás ella no
hubiera visto lo que esperaba en esta sala y hubieran caído en la emboscada. Y
ni hablar si le hubiese tocado a usted sola cargar con la barriga del Capitán—agregas
haciéndola reír.