— ¿Sabes qué? —le dices a Germán, alejando tu vista de la
ventana y volviéndolo a tener a él en frente. —Tienes razón…es una oportunidad
que no podemos dejar pasar.
— ¡Así se habla! —Te responde él, dándote una palmada en la
espalda, para luego, señalando a ello que los dos tienen en frente, allí en el
escritorio, agregar: — ¡seremos héroes, y todo gracias a esta increíble
máquina!
—Sí…ayudaremos a todos a quienes lo necesiten y le daremos lo
que merecen a todos esos criminales que nadie logra atrapar. Defenderemos a los
inocentes, frustraremos robos, salvaremos a gente de accidentes…—comentas,
imaginándote usando el artefacto con tu compañero y consagrándose los dos como
protectores omnipresentes, como aquellos que saben lo que ocurrirá y lo evitan
antes de que ocurra. Comienzas a llenarte de emoción y hasta sientes más adrenalina
y ganas de combatir al mal lo antes posible.
—Si tanto quieren ayudar a las personas…—dice de pronto una
voz al otro lado del cuarto, totalmente opuesto de su posición, haciéndolos
suspirar del miedo e instantáneamente mirar hacia esa dirección— ¿podrían
comenzar ayudándome a mí? —Sin haberse percatado de su aparición, descubren a
un chico de su misma estatura y probablemente su misma edad que yacía
encorvado, sosteniéndose una herida en su hombro derecho que estaba mal vendada
y sangraba un poco a través de aquella tela que cumplía la función de una gasa.
No traía puesto ni remera ni zapatos, tan solo unos vaqueros, y una chaqueta
marrón puesta encima de sus brazos. Estaba jadeando, como si estuviese cansado
por haber hecho mucha actividad física y tenía ojeras pronunciadas. Lucía
pésimo.
— ¡¿Qué caraj…?!—comienza tu amigo, pero tú de inmediato lo
haces callar, recordándole que sus padres aún dormían y si todavía les sería
difícil explicar lo del meteorito y el aparato ese, sería aún más complicado intentar
explicar qué hacía un chico semidesnudo sangrando en su habitación.
—No se alarmen, chicos…no voy a hacerles daño…pero necesito
que me ayuden…—les dice él entre jadeos, avanzando a pasos aletargados hasta la
cama, en la cual se sienta lentamente con un silencioso gemido de dolor.
— ¡¿Quién demonios eres tú, ¿qué quieres?! —preguntas
asustado, gritando entre susurros.
— ¿Cómo llegaste acá? —agrega tu amigo a tu lado, quien está
tan nervioso como tú.
— ¿No me reconocen? —pregunta él, intentando hacer que lo
vean de frente y con más detalle. Y a ti no sabes por qué no se te cruzó antes
por la cabeza, por supuesto que sabes quién es…el parecido es evidente, es
imposible que no te dieras cuenta pero a la vez no puedes creer lo que tus ojos
ven. Esto no puede estar pasando.
—Soy yo, chicos...soy Germán, ¿no lo ven? Vengo del futuro…